miércoles, 30 de marzo de 2011

Un cuervo.



La noche se respira lenta, y la espera es solo pena. Pena que se funde en un corazón imperfecto.

Se escucha un cuervo afuera, y el humo que sale de mi boca sigue sin tener forma.

En el patio, las flores están cerradas, esperando que el sol bañe la mañana para abrirse y flotar sensuales en el viento.

Una copa de vino se sostiene en mi mano. Me da valor, me da miedo, me da elegancia y miseria.

Me muevo, porque no se puede estar parado en un solo lugar. Hablo en la atmósfera asesina de las sombras. Invento un cuento estático, sin final, que se estanca en un párrafo inentendible.

Se escucha de nuevo al cuervo, y entonces me doy cuenta que nada tiene sentido. No hay cuervos en esta zona.

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